martes, mayo 14, 2024
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Científicos desarrollan una fórmula para mejorar el tratamiento de la depresión

La depresión es un trastorno que afecta a 280 millones de personas. Puede tratarse con medicamentos y terapia, pero encontrar la droga más adecuada a cada paciente es complejo. Para facilitar ese proceso, un equipo de psiquiatras argentinos está poniendo a punto un innovador enfoque que promete, por medio de un algoritmo y análisis clínicos y genéticos, acortar en forma drástica el tiempo de identificación del tratamiento farmacológico más adecuado. Este método también podría adaptarse para optimizar el manejo de otras patologías mentales.

es ya un dato sabido que los trastornos mentales, y específicamente la depresión, son unos de los principales problemas de salud pública. Cifras recientes de la Organización Mundial de la Salud revelan que 280 millones de personas padecen depresión, situación que tiene una íntima relación con el suicidio, que registra 800 mil muertes por año. Para tratar la depresión, aparte de la terapia tradicional, se suele recurrir a los fármacos antidepresivos. Pero ¿a cuáles?

Hoy en las farmacias hay disponible casi un centenar de moléculas y formulaciones diferentes. Y muchas veces, el psiquiatra debe ir “probando” cuál es la mejor opción para su paciente en un proceso de prueba y error donde encontrar el medicamento adecuado y que demuestre un efecto positivo puede tomar hasta un año. Buscando justamente acortar esa demora y sufrimiento extendido, un equipo de psiquiatras argentinos está poniendo a punto una batería de análisis clínicos y genéticos que, combinado con datos personales del paciente, puede acelerar muchísimo la identificación del fármaco más adecuado para cada persona.

“La idea de nuestro proyecto es poder acortar el tiempo de identificación del mejor tratamiento farmacológico para cada caso en algunas de las patologías mentales más comunes, comenzando por la depresión”, le contó a este diario Ricardo Corral, psiquiatra y jefe del Departamento de Docencia e Investigación en el Hospital Borda. Este profesional, con casi cuatro décadas de experiencia asistencial, explicó: “Según las guías médicas, todo paciente con diagnóstico de depresión debe recibir una psicoterapia adecuada, especialmente del tipo cognitivo-conductual, que es un recurso eficaz. Pero esto no siempre alcanza, especialmente en dos tercios de estos pacientes que padecen formas ‘graves’ o ‘severas’. En esos casos el protocolo indica que también hay que recurrir a alguna medicación antidepresiva”. Y allí todo se complejiza. 

“Es que hay muchas opciones disponibles. Por ejemplo, para la depresión hay cerca de setenta moléculas y formulaciones diferentes que pueden ayudar al paciente. Y el psiquiatra tiene que determinar cual será la más efectiva y que, además, tenga menos efectos secundarios o interacciones no deseadas”, detalló Gabriela Nielsen, psiquiatra, con un máster en Neurociencias de la Universidad de Maastricht y larga experiencia en investigación en genética y salud mental. Esta experta es una de las co-fundadoras de Neomente, la startup que está poniendo a punto el algoritmo para acelerar en forma significativa la elección del mejor medicamento.

En el vademécum disponible, muchas de esas opciones diversas “actúan” sobre el cerebro por diferentes caminos metabólicos y cada una puede causar diferentes efectos secundarios no deseados. Además, un deprimido también puede tener diabetes, hipertensión u otras enfermedades que le hacen tomar medicación crónica. “Sabemos que 49 medicamentos de los que se usan frecuentemente en trastornos de salud mental tienen interacciones comprobadas con otras 240 drogas utilizadas en otras condiciones crónicas. O sea que podemos medicar la depresión pero, como esta pastilla luego interactúa con otras que ya toma el paciente, el resultado final puede ser la falta de respuesta ya sea al tratamiento del trastorno mental como de la otra patología. Incluso –advierte Nielsen– ¡ambas pueden anularse!”.

Pero aunque cada psiquiatra toma estos datos en cuenta, es muy común que al inicio de un tratamiento antidepresivo se atraviese un proceso de prueba y error que puede durar hasta un año “probando” diferentes medicaciones hasta dar con la más adecuada. “Esto no es menor –indica Corral– porque esa demora tiene un costo alto ya que alarga el sufrimiento del paciente. No nos olvidemos que hablamos de depresiones severas, que prácticamente pueden impedirle a la persona levantarse de la cama. Además, también podría ahorrarse dolor y hasta dinero, ya que colabora en la prevención del suicidio y disminuye también la cantidad de internaciones”.

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