Tras arduas negociaciones que se llevaron a cabo en el edificio central de la Conmebol en donde estuvieron representantes del organismo, además de River, Flamengo y las asociaciones de fútbol de ambos países, y de Chile, se decidió cambiar la sede de la final.
La decisión obedeció a los graves problemas sociales que se registran en Chile, debido a las protestas contra el Gobierno de Sebastián Piñera, ya que el escenario elegido, en un principio, era el estadio Nacional de Santiago. Después de decenas de especulaciones, se decidió mudar la final a una nueva ciudad: Lima, en la misma fecha y a las 15 hora local (las 17 en Argentina).